Como una persona que trabaja en una iglesia de tiempo completo; quiero decir que no me arrepiento de la profesión que tengo, los años de preparación y las dos décadas y media que he invertido en ello.
Pero también reconozco que algunas personas hacen iglesia por razones equivocadas, que tan solo mencionarlas parecería un insulto a la misma razón de la existencia de una congregación. No vale la pena hablar de ello.
Pero de lo que si puedo hablar es del porqué nosotros hacemos iglesia. Con casi 30 años de existencia, es correcto y necesario mirar a las razones o los motivos para haber llegado hasta estos momentos.
En primer lugar hacemos iglesia porque en lo profundo de nuestro corazón sabemos que es lo que Dios nos mandó a hacer. Sencillamente no podríamos encontrar otra razón para estar aquí, sino es que estuviéramos absolutamente convencidos del mandato divino impuesto sobre nuestra mente y corazón.
En segundo lugar, hacemos iglesia porque como toda persona que recomienda algo que sabe que funciona; nosotros también, estamos seguros de lo que decimos y enseñamos, porque lo hemos visto funcionar en nuestra propia vida y en la vida de nuestra familia. Pero también, a lo largo de los años hemos observado como cientos de familias y miles de personas han sido transformados para ser mejores personas, ciudadanos ejemplares, empresarios prósperos, padres orgullosos de hijos destacados, hombres y mujeres en matrimonios restaurados. Hemos sido testigos de como cientos de personas han vencido el alcoholismo, la depresión, la ira, la falta de perdón, la angustia; al igual que hemos visto sanidades impresionantes, respuestas divinas a necesidades que amor, perdón, salud, etc.
Y por último (por ahora) hacemos iglesia porque nos llenamos de alegría escuchar que alguien que acaba de llegar a nuestra congregación, con lágrimas en los ojos nos dice algo como: "Tan pronto como entré al auditorio, me encontré con Dios".
Entre muchas otras razones, no veo porque no debería hacer lo que hago. Por el contrario, hasta que Dios me llame a su presencia, felizmente haré lo que se que debo hacer en la tierra.
Seguir extendiendo el reino de los cielos en las vidas de hombre y mujeres en esta ciudad y en cualquier otra donde Dios nos permita ser sus testigos.
Pero también reconozco que algunas personas hacen iglesia por razones equivocadas, que tan solo mencionarlas parecería un insulto a la misma razón de la existencia de una congregación. No vale la pena hablar de ello.
Pero de lo que si puedo hablar es del porqué nosotros hacemos iglesia. Con casi 30 años de existencia, es correcto y necesario mirar a las razones o los motivos para haber llegado hasta estos momentos.
En primer lugar hacemos iglesia porque en lo profundo de nuestro corazón sabemos que es lo que Dios nos mandó a hacer. Sencillamente no podríamos encontrar otra razón para estar aquí, sino es que estuviéramos absolutamente convencidos del mandato divino impuesto sobre nuestra mente y corazón.
En segundo lugar, hacemos iglesia porque como toda persona que recomienda algo que sabe que funciona; nosotros también, estamos seguros de lo que decimos y enseñamos, porque lo hemos visto funcionar en nuestra propia vida y en la vida de nuestra familia. Pero también, a lo largo de los años hemos observado como cientos de familias y miles de personas han sido transformados para ser mejores personas, ciudadanos ejemplares, empresarios prósperos, padres orgullosos de hijos destacados, hombres y mujeres en matrimonios restaurados. Hemos sido testigos de como cientos de personas han vencido el alcoholismo, la depresión, la ira, la falta de perdón, la angustia; al igual que hemos visto sanidades impresionantes, respuestas divinas a necesidades que amor, perdón, salud, etc.
Y por último (por ahora) hacemos iglesia porque nos llenamos de alegría escuchar que alguien que acaba de llegar a nuestra congregación, con lágrimas en los ojos nos dice algo como: "Tan pronto como entré al auditorio, me encontré con Dios".
Entre muchas otras razones, no veo porque no debería hacer lo que hago. Por el contrario, hasta que Dios me llame a su presencia, felizmente haré lo que se que debo hacer en la tierra.
Seguir extendiendo el reino de los cielos en las vidas de hombre y mujeres en esta ciudad y en cualquier otra donde Dios nos permita ser sus testigos.
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