En estos días he estado meditando sobre lo que está pasando a nuestro alrededor y recordé un pasaje del profeta Isaías, y me hacía las preguntas que probablemente se hacían los habitantes de Jerusalén. ¿Qué pasa cuando la tierra es contaminada por sus moradores? ¿Cuáles son las consecuencias de transgredir las leyes, falsear el derecho y quebrantar las leyes de Dios?
¿Dios se quedará cruzado de brazos y sencillamente observará como los moradores de la tierra se destruyen unos a otros? Yo creo que no, por la sencilla razón de que el que es oprimido clama a Dios por justicia de su opresor.
Cuando los que tienen poder o los que buscan tener poder cometen injusticias y usan ese poder para extorsionar, explotar, abusar, violar, corromper y enriquecerse; su sed de poder no es saciada con nada, pero también acumulan juicio sobre ellos, porque el clamor que los oprimidos levantan a Dios; el quebranto y el llanto de los que son extorsionados y maltratados, tarde o temprano desatará con un golpe certero y mortal sobre el opresor, un golpe que vendrá de parte de Dios.
El pueblo de Israel pudo apreciar esto con toda claridad, porque cuando la nación Asiria era el imperio dominante, su sed de poder y riquezas fue insaciable, aplastó a todos los pueblos alrededor de Judá y no había poder humano que la detuviera.
El profeta Isaías nos da cuenta de lo acontecido al igual que el 2º libro de los reyes de Israel capítulos del 16 al 19 y el 2º libro de crónicas del capítulo 28 al 32.
Era el fin del reino de Judá, Senaquerib el rey de Asiria marchaba dominante sobre todo el mundo, incontenible, poderoso, con un ejército enorme y habiendo saqueado a todos los reinos alrededor, era el turno ahora de Jerusalén.
Pero como dije hace un momento, esta situación es insufrible; ¿Quién puede soportar este tipo de dominio asfixiante, ese continuo temor y opresión que le impide a los habitantes de la tierra vivir en paz?
Entonces los ojos de los hombres se levantan a su última esperanza, a aquél que realmente puede hacer la diferencia, después que se agotaron todos los recursos humanos, los hombres claman a Dios.
Y Dios responderá; como lo dice el profeta Isaías:
“En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá: Fuerte ciudad tenemos; salvación puso Dios por muros y antemuro. Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos. Porque derribó a los que moraban en lugar sublime; humilló a la ciudad exaltada, la humilló hasta la tierra, la derribó hasta el polvo. La hollará pie, los pies del afligido, los pasos de los menesterosos. El camino del justo es rectitud; tú, que eres recto, pesas el camino del justo. También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma. Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia”.
Isaías 26:1-9
La justicia nunca llegará tarde, porque la respuesta a la oración no se hará esperar, llegará. Lo más sorprendente del asunto es que el resultado del juicio de Dios es que todos aprenden justicia. Todos tenemos algo que aprender, y aún me atrevo a decir que debido a la naturaleza de Dios; que es un Dios bueno, por consiguiente sus juicios también son buenos.
Todos queremos paz, todos pedimos por nuestro bienestar, tranquilidad y aún prosperidad, pero todo esto sin un entendimiento de lo que es la justicia según Dios, no sirve para nada.
Por eso, creo que los juicios de Dios son necesarios. Aún Jesús lo decía cuando hablaba de los últimos tiempos en Mateo 24 cuando decía “Mirad, no os alarméis, porque así debe acontecer; pero aún no es el fin”. Y Hablaba de guerras y rumores de guerras, y cosas aún peores.
Los juicios de Dios son necesarios, de otra manera, los moradores del mundo no aprenderán justicia, así que en estos días en los que somos testigos de la opresión, el temor y la injusticia, clamemos al único que puede traer un juicio que deje una lección de justicia en los corazones de los hombres.
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