Ya había leído ese pasaje en el libro del profeta Jeremías donde Dios dice que su palabra es como fuego y como martillo.
«¿No es Mi palabra como fuego», declara el Señor, «y como martillo que despedaza la roca?». (Jeremías 23:29 NBLA)
Pero hasta hace relativamente poco asimilé que el martillo también es una de esas herramientas que golpean con fuerza y moldean.
En Santa Clara del Cobre hacen unos cazos de cobre gigantescos, estos son famosos porque en ellos se cocinan las memorables carnitas estilo Michoacán. Pero esos cazos comienzan como una pequeña y gruesa placa plana de cobre y por medio de los golpes del martillo el metal se vuelve dúctil, maleable, poco a poco se va estirando y se le va dando la forma deseada.
Creo que en ocasiones así funciona el “martillo” de la Palabra de Dios sobre mi. Me golpea y con esos golpes me va moldeando. Pero no solamente Dios usa esa herramienta para conformarme a su imagen. Porque la Biblia dice que: “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito”. (Romanos 8:28 NBLA)
Entonces existen otros martillos, creo que unos son más pesados que otros, así como el artesano usa diferentes martillos para golpear el cazo de cobre y darle forma y detalle. De la misma manera, Dios usa muchos martillos para moldear diferentes áreas de mi vida. Algunas necesitan el fuerte impacto de su amor y otras frágiles áreas necesitan el delicado golpeteo de su insistencia.
Dios es un experto en moldear el carácter. Ningún personaje bíblico fue encontrado como una obra terminada. Cuando Dios llamó a todos y a cada uno de ellos, eran candidatos para la mesa de trabajo. Poco a poco fueron tomando la forma que el artesano les fue dando.
¿Por qué preocuparse entonces de esos golpes? ¿Por qué alarmarse o quejarse del choque incesante de los metales? Te recuerdo ese pasaje, “El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el hombre”. (Proverbios 27:17 NVI). Quizás tienes algún conocido o familiar cercano con cabeza de martillo, dale gracias a Dios. Es la muestra de algo bueno que Dios está haciendo en ti, una obra elaborada con amor.
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