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¿Qué más me falta?

“Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Más si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”.            Mateo 19:16-21

Este mismo relato lo encontramos en Marcos y Lucas, es una historia bastante conocida y mucho se ha dicho respecto al asunto del dinero en base a este encuentro que tiene Jesús con este joven.

En el pasaje de Mateo dice que era un joven, sin embargo, en el evangelio de Lucas, dice que es un funcionario público (dignatario o hombre principal); el punto es que este hombre se acerca a Jesús y le pregunta sobre los requisitos para tener la vida eterna, a lo que Jesús le contesta como hemos leído.

El joven entonces aclara o se justifica a si mismo diciendo que ha guardado estos mandamientos desde su juventud.

No quiero detenerme en el asunto de si era verdad que los había guardado o no; no quiero ocupar este tiempo en descifrar la veracidad de su declaración, además, como Jesús no le dice que tal afirmación es una mentira, lo vamos a dejar ahí.

En donde quiero que pongamos atención es en las siguientes palabras: “¿Qué más me falta?”

Leí este pasaje el otro día y no he podido sacar de mi cabeza esta pregunta, ya llevo con ella alrededor de una semana y no me deja en paz, porque la he tomado como si fuera una pregunta más personal. Señor ¿Qué más me falta?

Y yo creo que tal vez algunos de ustedes se han hecho la misma pregunta en alguna que otra área de su vida. Sobre todo cuando uno sabe que ha hecho todo lo posible, todo lo que estaba en nuestras manos para obtener un resultado y aún así no hemos llegado a la meta o al objetivo que deseábamos alcanzar.

A veces es en la familia, en el trabajo, en la economía, aquí en la iglesia, con las cosas de Dios, en el ministerio, yo no sé, pero uno hace, se esfuerza, lucha, trabaja, le pone todo el corazón a este o a aquel proyecto y parece que ahora está más lejano que al principio.

Recuerdo cuando quería sacar mi licenciatura en teología…

Tal vez tú también recuerdas de algunas luchas personales o metas personales en las que has invertido mucho más que solo tiempo, dinero y esfuerzo.

En lo personal yo tengo algunas cosas pendientes, asuntos en los que le he dicho a Dios “¿Qué más me falta?”.

¿Por qué no llega el cumplimiento de la promesa? ¿Por qué no llegan los resultados? ¿Por qué no puedo ver la recompensa? ¿Por qué parece no funcionar?

En fin, no quiero deprimirte, ni agüitarte, esta meditación no tiene el propósito de que saliendo de aquí te vayas a cortar las venas. Pero en ocasiones necesitamos hablar de estas cosas y con mayor razón porque estoy hablando a personas que son de influencia en esta iglesia.

Los líderes y servidores de la iglesia son focos de la atención de la congregación, la gente los mira, les observa, aún debo decir que les juzga, porque son visibles, y necesitamos reconocer que también somos vulnerables.

Ahora, si le sumas a esto, que andes por ahí cargando esos asuntos pendientes que traes con Dios. Imagínate lo que estás comunicando.

Por eso estoy hablando de este asunto, porque yo quiero que tengas una perspectiva diferente, que seas animado, que cuando estés en ese lugar de ministerio o servicio, seas como un faro, que seas como una columna para esta iglesia, donde otros se pueden apoyar, donde otros se pueden recargar, porque tu estás firmemente plantado en las promesas de Dios.

Ahora quiero que leas conmigo de la epístola a los hebreos.

“Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. Hebreos 6:10-12

He estado leyendo la epístola a los hebreos durante ya varios días y ayer me topé con estos versículos. Y tuve un pensamiento, que dice así:

"El servicio es el rostro práctico de la fe, que pacientemente aguarda el cumplimiento de la promesa"

Todos esperamos de alguna o de otra manera resultados, no importa de qué tipo, remuneración económica, solución de problemas, promociones en el trabajo o algún otro tipo de resultados. Todos esperamos el cumplimiento de promesas y hemos depositado nuestra fe en Dios aguardando el cumplimiento de las mismas, pero esa fe tiene un rostro práctico y se llama servicio.

Tu servicio es la muestra de que tienes una fe firme y fuerte, que pacientemente espera el cumplimiento de las promesas de Dios. Entre mejor es tu servicio, mejor es el testimonio de tu fe.

Así que cuando te involucras en algún tipo de servicio en la iglesia, cuando sirves como voluntario, cuando ministras a otros, cuando enseñas como maestro de niños o das el tema en una célula, lo que estás haciendo es que le estás poniendo pies a tu fe, le pones brazos y corazón y tu fe es visible para el resto de la gente.

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