En días pasados seguramente fuiste invitado a alguna representación navideña, pastorela o nacimiento; se habla mucho de pasajes bíblicos respecto a la anunciación y el propósito de la venida de Cristo al mundo.
En una manera más detallada tuve la oportunidad de estudiar la vida de Jesús y estos pasajes mencionados, porque enseñé un curso de evangelios sinópticos. En esta clase se ven con detenimiento los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas; con la finalidad de encontrar una armonía de estos tres registros de la historia de nuestro Señor.
Dentro de este estudio, siempre me ha fascinado la historia de Juan el bautista, desde el anuncio de su nacimiento hasta su muerte. Pero estos días encontré algo que no había observado.
Dice Lucas:
“En tiempos de Herodes, rey de Judea, hubo un sacerdote llamado Zacarías, miembro del grupo de Abías. Su esposa Elisabet también era descendiente de Aarón. Ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril; y los dos eran de edad avanzada”. Lucas 1:5-7
Siempre había mirado el encuentro de Zacarías (padre de Juan el bautista) con el ángel, como un acontecimiento fantástico, pero ahora lo miro con otros ojos.
Leyendo el pasaje correspondiente a este día en mi programa de lectura, encontré los siguientes versículos:
“El Señor le dijo a Moisés: «Esta ley se aplicará a los levitas: Para el servicio de la Tienda de reunión (tabernáculo) se inscribirá a los que tengan veinticinco años o más; pero cesarán en sus funciones y se jubilarán cuando cumplan los cincuenta, después de lo cual podrán seguir ayudando a sus hermanos en el ejercicio de sus deberes en la Tienda de reunión, pero no estarán ya a cargo del ministerio. Éstas son las obligaciones que asignarás a los levitas».” Números 8:23-26
En estos pasajes se habla del tiempo de servicio de los levitas y sacerdotes, descendientes de Aarón; todo parece indicar que los levitas servían en las labores del templo desde los 25 hasta los 50 años de edad. Era su tiempo de servicio, a los 50 años podían, por así decirlo; jubilarse y retirarse del oficio. Esto era por lo pesado que podía ser el trabajo en el santuario; al tratarse del tabernáculo o tienda de reunión, había que desmantelar, empacar, transportar e instalar continuamente. Por lo que leí en algunos comentarios bíblicos, parece ser que este tiempo de servicio no tuvo variaciones durante el periodo del templo que construyó Salomón o durante la época del segundo templo, el mal llamado templo de Herodes que sobrevivía hasta los días de Jesucristo.
Sin embargo, sí se aclara en el pasaje anterior, que había la posibilidad de que los sacerdotes de mayor edad podían seguir sirviendo voluntariamente en el santuario. No estarían a cargo del ministerio, dejando esto a los más jóvenes, pero por la experiencia y madurez se les podía permitir servir en ciertas labores de acuerdo a su condición honorable por la edad.
Mi punto es el siguiente, Zacarías que era un hombre de edad avanzada, bien pudo haberse retirado del oficio hacía años; las palabras “…y los dos eran de edad avanzada” (en otras versión dice “… y ambos eran avanzados en días”) en relación con su falta de descendencia implica lo avanzado de su edad, tal vez hasta podríamos hablar de vejez.
Sin embargo Dios nunca llega tarde, el propósito divino se cumpliría y los planes que Dios tenía para este matrimonio se llevarían a cabo. No porque ellos eran buenos en alguna manera extraordinaria, no porque Zacarías estaba sirviendo a pesar de que tal vez ya no tenía la edad para hacerlo, porque entonces hablaríamos de obras y Dios no trabaja en base a méritos personales. Dios escogió a Zacarías por gracia y llevó a cabo en él y en su esposa lo que el sabio consejo de su divina voluntad había determinado.
A lo que quiero llegar es a lo siguiente, cuando Dios tiene un plan para tu vida, (Y créeme que Él tiene uno) no importa cuánto tiempo ha pasado, no importa si estás o no estás en las condiciones físicamente ideales, no importa si aún tú te has dado por vencido, creyendo que ya no pasará.
Tú puedes decir como el salmista decía:
“El Señor cumplirá su propósito en mi.
Tu gran amor, Señor, perdura para siempre;
¡no abandones la obra de tus manos!” Salmos 138:8
Y quien sabe; como Zacarías, es posible que formes parte del plan de los siglos y cuando menos lo esperes, colabores en la venida del Salvador.
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