En un sencillo panorama de la epístola que Pablo escribió a Filemón, me topé con algunos puntos importantes en cuanto al liderazgo que no había visto antes.
Ocupado principalmente por comprender quien era Onésimo y su relación con Pablo y con Filemón, no me había dado cuenta de la relación entre Filemón y Pablo. Pero en una segunda y tercera leída, descubrí algo de lo que no me había percatado y aún más.
De entrada hablemos un poco de Pablo, luego abordaremos a los otros dos personajes principales en esta epístola. Así es como veo a Pablo desde una particular perspectiva.
Más que un patrón. Para comenzar observé una tierna relación entre Pablo y su querido compañero Filemón; esta relación es más que solo una interacción de patrón-empleado, jefe-subalterno, maestro-aprendiz. Digo esto porque los patrones no siempre oran por sus empleados, los jefes no siempre reconocen a sus subalternos, los maestros no les hablan en términos de “amado” a sus aprendices; en fin, no veo que en las relaciones mencionadas hace un momento, los superiores se interesen por el entorno de sus subordinados y mucho menos por la reputación de los mismos más allá del lugar de trabajo, taller o salón de clase. Sin embargo, la manera en cómo se expresa Pablo de Filemón, es como una persona que sigue la carrera profesional y la vida de alguien que admira profundamente.
Más que un admirador. He escuchado de admiradores que siguen a sus estrellas o ídolos juveniles con detenimiento, saben que comida les gusta, la edad de sus hijos y hasta el nombre de la mascota de su artista favorito. Y no puedo dejar de ver a Pablo, como un admirador de una super-estrella. Es como si Filemón estuviera en el equipo de futbol favorito de Pablo. Filemón parece ser el capitán del equipo y Pablo es el fanático número uno de esta joven estrella. Es un admirador de su trabajo y de su desempeño en el cargo que tiene, le felicita, le reconoce y prácticamente le echa porras.
Más que un Padre. Su relación va más allá de un mero trato superficial; en momentos parece haber un parentesco entre padre e hijo. Por lo que leemos en la segunda parte del versículo 19, podríamos suponer que Pablo es el padre espiritual de Filemón, quien le debe al apóstol algo más que la vida misma, hablo de su destino eterno, por lo tanto está en deuda con el apóstol.
Es como si Pablo fuera el manejador que descubrió a la estrella, el representante de este astro de futbol, es el cazatalentos que tomó a este don nadie y por la obra del Espíritu Santo en la vida de Filemón, ahora este ha llegado a convertirse en un líder de una hermosa iglesia, con un testimonio impecable. Cuando veo a Pablo como líder, le veo levantando a Filemón; tal imagen rompe todos los esquemas y los malos conceptos que tenemos de liderazgo. Pero el más grande líder de todos los tiempos, Jesucristo mismo, dijo: “Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve” Lucas 22:27. Un verdadero líder no necesita probarlo y no tiene complejos para servir aún a los que lidera, levanta a los que le rodean para que por la gracia de Dios en ellos, brillen con luz propia.
Pero ¡Qué confianza le tiene Pablo a Filemón, qué admiración, que seguridad y descanso encuentra en lo que está a punto de dejar en manos de su antiguo servidor y colaborador!
No cabe duda que hay un respeto del apóstol hacia este joven pastor; Pablo no exige obediencia, no reclama reverencias, no presiona, no manda; aunque teniendo toda la autoridad para hacerlo, humildemente solicita.
Por la situación a la mano, antes de tomar una decisión en este caso, le da la preeminencia a Filemón, permitiendo que sea él y no el apóstol quien determine el futuro de la situación de Onésimo, ya que Filemón tenía asuntos pendientes desde antes que Onésimo conociera a Pablo.
Continuará…
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