En los dos comentarios anteriores, mencioné algunas cosas que encontré en Pablo y en Filemón, como características propias de buenos líderes o cosas importantes en la formación de los mismos.
Ahora es el turno del tercer personaje principal en la epístola de Filemón. Hablo de Onésimo, quien al parecer ha conocido al Señor en la prisión y en este momento está a punto de seguir las instrucciones de Pablo en cuanto a un asunto pendiente que tiene con Filemón.
Como lo dije con anterioridad algunos comentaristas dicen que Onésimo era un esclavo de Filemón que probablemente le robó dinero y escapó. Aunque hay varias maneras de convertirse en esclavo de alguien y una de ellas es por contraer una gran deuda, lo que también podría haber ocurrido entre estos dos personajes. De cualquier manera es el turno de Onésimo y aquí también encontramos algunas premisas importantes.
El final del camino. No estamos seguros de cómo fue a parar al mismo lugar en donde se encontraba Pablo, sin embargo la prisión podría representar para Onésimo el final del camino, tocó fondo, estaba al final de la cuerda y no podía caer más bajo. Solo algo peor le podría sobrevenir, la muerte. En momentos de angustia y desesperación este parece ser el siguiente paso. Pero como lo dijo el poeta griego Teócrito (310-260 a.C.). “Mientras hay vida, hay esperanza”. Es ahí en el fondo de nuestra angustia donde tenemos que volver nuestros ojos al cielo. Y el único camino que queda es hacia arriba. Este no era el final de la vida de Onésimo, la vida apenas se estaba poniendo interesante.
El nuevo camino. En los momentos críticos de la vida Dios contesta las oraciones desesperadas, cuantas veces he escuchado historias de hombres y mujeres que cuando todo estaba perdido, clamaron al Dios que no conocían y este les ayudó mandándoles el rescate oportuno a la situación en la que se encontraban. Tal vez esto fue lo que le ocurrió a Onésimo, la Biblia no dice que en su desesperación clamó a Dios, pero tampoco dice que se rindió o resignó a vivir en esa situación. Pero lo que sí sabemos es que Dios tenía una cita con este hombre ahí en prisión. Valiéndose de un instrumento llamado Pablo, se encuentra con la necesidad de Onésimo, para cambiarle la vida y poner delante de él una nueva vida.
La nueva forma de andar. Dios además de encontrarse con nosotros para sanarnos, salvarnos y darnos una nueva oportunidad, también se encarga de transformarnos desde adentro. Las religiones se fijan en lo de afuera, dando reglas, ritos y normas. Pero solo Dios es el que cambia los corazones, para que cambiando la raíz, los frutos en nuestra vida puedan ser diferentes. Onésimo ahora es un hombre diferente y en lugar de huir del problema, se dispone a enfrentarlo, en lugar de seguir siendo un fugitivo de la casa de Filemón, ahora se dirige hacia ella. Muy poco se escucha en la iglesia sobre la restitución del daño, pero es una consecuencia natural de la regeneración del corazón; el creyente ahora busca resarcir el perjuicio que cometió antes de conocer al Señor. Onésimo da muestras de una verdadera conversión al proceder de esta manera, porque ahora su andar es diferente.
Pablo, Filemón y Onésimo, fueron personas como nosotros, que pudieron experimentar lo que Cristo es capaz de hacer en un corazón rendido a Él. Porque solo Dios puede hacer en nuestras vidas, lo que hizo en las vidas de estos tres hombres. Formándoles y forjando en ellos una imagen, la de su hijo Jesucristo, porque para eso hemos sido llamados.
“Estando convencido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” Filipenses 1:6
"Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos." Romanos 8:29
Hasta la próxima publicación
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