Un Aromático Vestido
Por Pastor Julio Loreto
Génesis 27
En la historia bíblica, del capítulo 27 de Génesis, observamos a Jacob y a su madre haciendo planes para usurpar la bendición que Isaac tenía preparada para Esaú, su hijo primogénito. Lo que es un poco absurdo, porque desde el principio Dios había dicho que El bendeciría a Jacob y le exaltaría por encima de su hermano Esaú (véase Génesis 25:23)
Cosa en la que tendremos que meditar en alguna otra ocasión. Basta decir que Dios cumple su palabra y se vale aún de las decisiones equivocadas que toman los hombres, o a pesar de ellas.
Pero regresando a nuestra historia, Rebeca instruye a su hijo Jacob para engañar a su padre Isaac, a lo cual Jacob dice: “He aquí, Esaú mí hermano es hombre velloso, y yo lampiño. Quizá me palpará mi padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre mí maldición y no bendición”. Pero Rebeca su madre tiene un plan, cocina los cabritos, cubre los brazos de Jacob con la piel de los cabritos y le viste con los vestidos de Esaú, la Biblia dice, “los preciosos”. Entonces Jacob entra a la presencia de su padre para llevarse la bendición que le correspondía a Esaú su hermano.
Ya en la habitación de su padre, le habla y le invita a comer, pero Isaac le dice “¿Quien eres?” Jacob le responde “Soy Esaú” e Isaac le dice “Acércate ahora, y te palparé” porque Isaac ya no veía. Jacob se acerca, e Isaac le toca los brazos cubiertos de las pieles de los cabritos y luego de comer le pide a su hijo que se acerque para que le dé un beso y al acercarse Jacob, Isaac olió la ropa de su hijo Esaú y entonces pronuncia una gran bendición sobre su hijo.
Un vestido aromático y las pieles de unos cabritos fueron suficientes para que Jacob engañara a su padre Isaac, que creyendo que se trataba de su hijo amado Esaú, pronunció una hermosa bendición.
Pero aquí no termina este pequeño devocional, porque el propósito de este devocional no es enseñarte a engañar.
En esta historia encontramos un paralelo con la obra de Cristo a nuestro favor:
- Esaú era el hijo amado de su padre, no Jacob, sin embargo el no amado se escondió en los vestidos del que si era amado. De la misma manera, Jesús como el hijo amado puede entrar a la presencia de su Padre celestial y nosotros hemos sido escondidos en El y de esa manera podemos entrar a la presencia del Padre. Entendiendo que las ropas de Jesús que nosotros usamos son las ropas de justicia que obtenemos por su sangre derramada a nuestro favor.
- Isaac le pidió a su hijo que le besara y cuando Jacob se acerca pretendiendo ser Esaú, Isaac lo olfatea y reconoce el aroma de su hijo amado. De al misma manera, nosotros no podríamos acercarnos al Padre, porque el aroma de nuestro pecado le es muy desagradable, pero escondidos en Jesús, ahora somos “grato olor de Cristo” para Dios 2a Corintios 2:15
- Cuando Jacob entra a la presencia de Isaac, escondido en la ropa de su hermano, obtiene una bendición, no una maldición. Al igual que todos los que escondidos en Jesús. Por nuestro pecado lo único que merecemos es la maldición, pero ahora en Jesús lo que recibimos es la bendición.
A lo que voy es a los siguiente, la obra de Cristo en la cruz, a nuestro favor ha obtenido la redención de nuestra alma y es como si El hubiera puesto sobre nosotros su justicia (sus vestidos “preciosos” de justicia) el tomó nuestra “pecaminosa vestidura” y a cambio nos vistió de Su justicia. Con estos vestidos de Su justicia podemos entrar a la presencia del Padre, serle agradables y además obtener la bendición y no la maldición.
Esta imagen la podemos encontrar en otras partes en la Biblia, desde el principio; como en trasgresión de Adán y Eva, su pecado merecía la maldición de la muerte, pero Dios les esconde en las pieles de unos animales (inocentes), que tuvieron que dar su vida para que sus pieles cubrieran el pecado de Adán y de Eva y ellos no tuvieran que morir, igualmente las pieles de los cabritos escondieron a Jacob y aquí es lo hermoso, de la misma manera, la obra de redención que Cristo hizo por nosotros ha sido nuestro escondedero. Somos escondidos en Jesús.
Finalmente, en Génesis 27:24, Isaac le pregunta ¿eres tu mi hijo Esaú? Y Jacob respondió: Yo soy”. Juan 1:12 dice “Mas a todos los que le recibieron a los que creen en su nombre les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” Entonces, por la obra de Cristo en nosotros, el Padre percibe en nosotros el aroma de Jesús. Tal vez la voz es diferente, pero a la pregunta de Dios, ¿Eres tu mi hijo? Nosotros podemos responder, ¡Si soy yo! Y entonces podemos recibir la bendición del Padre.
Julio “Calvino”
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